MEMORÁNDUM
Sobre mi poca cosa,
casi nada.
Un par de alpargatas
y un pantalón remendado;
en el bolsillo de la camisa
tres o cuatro facturas
y entre las manos,
unas pocas monedas para pagarlas.
Vine a este mundo,
desnudo,
sin equipaje,
sin cama ni techo
que me guardara.
Cuando tenía frío
en el alma,
cantaba por las esquinas
o bailaba,
que igual me daba.
Para ganarme la vida,
comencé cazando nubes,
pero al momento las liberaba,
me daban tanta pena sus lágrimas…
Entre nube y nube,
me enamoré
de una golondrina
y luego de un águila
blanca y acaramelada.
Pero no pude alcanzarlas,
tan alto volaban.
También intenté
domar una ola
y cabalgué sobre su espuma
de la noche
a la mañana,
hasta que una madrugada,
cuando estaba a punto
de doblegarla,
se me cruzó la luna
vestida de gasa
y plata.
La perseguí
por todos los ríos,
lagos y mares,
y en cada encuentro,
le rezaba mis amores,
en cada cita,
le entregaba mis pasiones
y me encerré en la locura
de la noche estrellada.
Pero yo era sol,
y era luz y día,
y añoraba tanto el alba,
que en un descuido de mi carcelera,
me encaramé a la estela helada
de un cometa,
que por allí pasaba.
Navegué por el espacio
durante mucho tiempo
y donde el cometa arribaba,
yo me bajaba
para conquistar un lucero.
Y entre luceros,
estrellas y almas,
se me fue terminando la vida,
se me fue apagando la vela…
Alguna vez que otra,
miraba mi reflejo
en los cristales espejos
de los cielos océanos,
y de una a otra,
me notaba la piel
más ajada
y en el pelo,
cada vez más canas.
me sentía tan viejo,
tan gastado…
Ya no me quedaba mucho
y comencé a escribir estos versos.
El primero se lo dediqué
a la luna,
mi eterna amada.
Otro lo compuse para un lucero
con los cabellos de oro,
los ojos color esmeralda
y las manos de porcelana…
El último de mis versos,
después de muchos,
ha sido
para una enigmática mujer,
de figura estilizada,
casi etérea,
de gélida mirada
y de blanca saya
que me ha invitado a una partida,
a la que no puedo faltar.
Es la única cita con una dama,
a la que me gustaría llegar tarde,
pero…
Y esto es lo que de herencia
he dejado,
unas cuantas palabras escritas,
aquí y allá desperdigadas.
unos cuantos amores
compuestos con los afectos
de mi corazón…
Quitando esto, sobre mí,
poca cosa, casi nada.