La noche del 14 de abril, una noche maravillosa, las estrellas centelleaban en el oscuro horizonte y lucían más bellas que nunca, la luna dorada despedía su brillo y el viento cantaba su canción. Mientras tanto, en la fresca noche, intentando ahuyentar las horas, solía tomar una breve cena, mientras lo esperaba.
Tras un largo tiempo de espera, el reloj marcaba las 21 , y oyendo un golpe en la puerta corrí de prisa para atenderlo. Era un muchacho joven, de estatura pequeña, pero aún así de un cuerpo robusto y fuerte como un roble, su sonrisa era tímida, pero era tan hermosa como una flor, sus dientes, como perlas relucían en sus labios de fresa, y sus ojos de un color tan extraño, que no se llegaba a distinguir bien por la clara luz que atravesaba la ventana, pero eran sin duda los ojos más hermosos que jamás alguien haya visto.
Mis ojos al verlo brillaron, mis palabras murieron en un hondo silencio, y mi corazón latía de prisa, queriendo escaparse de mi cuerpo. Así fue , como tiempo después decidimos salir de casa sin saber que esa noche sería una noche mágica , y tal vez la noche más perfecta de nuestras vidas.
Sumergidos en la oscuridad , nos dirigimos hacia un bar, y junto a nuestra amiga Daniela , una joven delgada y muy amable, decidimos tomar algo.
Junto con mi amigo, Ezequiel, bebimos una cerveza, mientras la muchacha se tomaba un delicioso café cubierto de espuma.
De pronto, un sentimiento inexplicable invadió mi corazón y comencé a presentir que algo sucedía, mis palabras se ahogaban en un profundo silencio, y una sensación de terror se filtraba en mi corazón.
Más tarde decidimos ir a dar un paseo por las oscuras y solitarias calles de la ciudad, que poco a poco nos fueron llevando a un sitio sombrío y completamente vacío, que parecía estar abandonado. El techo estaba cubierto de opaco polvo que se aferraba a las paredes del lugar como si fuesen enredaderas, y solo brillaba una pequeña lucecita como perdida en la inmensa oscuridad. Desesperados corrimos de la mano hacia ella, y de pronto nos vimos caer en un profundo poso que parecía no tener final. En ese momento una nueva sensación invadió mi corazón, pero esta vez, había resultado ser tan dulce como la miel , y a pesar de ello muy extraña. Entonces nos vimos caer sin cesar, y cuando quisimos acordarnos ambos caímos contra una superficie, una superficie dura, rocosa y congelada como el hielo, pero sin embargo era un lugar tan hermoso que ambos quedamos anonadados y nuestras palabras murieron instantáneamente en nuestros labios , mientras nuestros ojos se enamoraban al contemplar semejante hermosura intentábamos comprender de alguna manera lo que había sucedido.
El sitio estaba coronado de luces amarillas, rojas, azules, verdes, y de colores inimaginables que tal vez nadie haya visto jamás, también poseía mesas y sillas de todos los tamaños , y en las mesas , decoradas con finísimos manteles , se hallaban bellas copas de cristal que relucían como queriendo mostrar su belleza a todo aquel que fuese a sentarse allí.
Atrapados por el alcohol decidimos sentarnos a beber un poco de champagne, y mi amigo agitando su mano derecha llamó al mozo , un caballero de cabellos largos , y ojos oscuros y ovalados como pequeñas hojas de una personalidad tan tímida y antipática, que a uno le daba la impresión de que era un poco extraño. Luego de un largo tiempo, llegó nuestro pedido, y mi amiga Daniela tomaba una larga cena . A la hora de pedir la cuenta, ella se retiró y no volvió a regresar. Entonces, nosotros dos quedamos solos y él me regaló un exquisito y tentador garoto de chocolate que logro cautivarme. Era un bocadito muy dulce, el cual producía una suave sensación al paladar.
Por momentos no supe que decirle, mis mejillas estaban coloradas como rosas, y mi boca moría en un puñado de suspiros sin pronunciar palabras.
Su mirada se clavo en mis ojos por varios minutos y sus manos, suaves como la seda envolvieron las mías cariñosamente. Como imaginarás me quede anonadada, y entre suspiro y suspiro se atrevió a besarme, y como en toda historia de amor lo bese también a él, diciéndole al oído un poema que lo mato de amor, entonces murió , y al verlo muerto a él sobre mis brazos también decidí morirme y probando el bombón yací eternamente. Desde ese entonces nuestras almas subieron juntas al cielo, y yo y él desde ese entonces somos almas gemelas, que hayamos entre las nubes la felicidad.
Para vos amor...
Justina Cabral
Lun Feb 23, 2009 8:41 am